Archivo de la etiqueta: Agricultura

Generalife جنة العريف

و اختير في مساكن البساتين

اشرافها لحفظها والتعيين

تنظر للقبلة والباب على

قرب وللصهر يج و البئر اعتلا

أو عوض البئر تكون ساقية

بالماء من تحت الظلال جارية

وماله بابان فهو استر

وراحة الساكن فيه أكثر

«Para emplazamiento de una casa entre jardines se debe elegir un altozano que facilite su guarda y vigilancia. Se orienta el edificio al mediodía, a la entrada de la finca, y se instala en lo más alto el pozo y la alberca, o mejor que pozo se abre una acequia que corra entre la umbría.»

(«Sobre los que se ha de elegir en la disposición de los jardines, vivienda y las casas de labor», Ibn Luyūn, Tratado de Agricultura, trad. Joaquina Eguaras Ibáñez, Granada: Patronato de la Alhambra y Generalife, 1988.)

La Agricultura الفلاحة

الفلاحة وتعديد أركانها

الحد في صناعة الفلاحة          علم بما يحتاج في الزراعة

نعم وفي اربعة اركان             يكون ما فيها من التبيان

وهي الاراضي والمياه والزبول   والعمل الذي بيانه يطول

وذا هو العمدة في الصناعة       وهو الضروري لذي الفلاحة

 

Agricultura. Enumeración de sus elementos.

Definición del Arte de la Agricultura: «Es el conocimiento de las cosas necesarias para los cultivos».

Todo lo que de ella hay que explicar se reduce a cuatro pilares o elementos, que son: las tierras, las aguas, los abonos y las labores, y requieren un amplio comentario.

Esa es, pues, toda la armazón que sustenta a este Arte, cuyo conocimiento es indispensable a los agricultores.

La Agricultura, Ciceron

الركن الثاني الماء

واولا تنويعه على رأى ابن بصال وخواص أنواعه

والماز بالنظر للفلاحة               انواعه اربعة قد عدت

وخيرها ما السماء ثمت             مياه الانهار لاجل الجرية

وهي في البرد الشديد تقتل         دود الاراضي وبذاك تفضل

ثم العيون ثمة الابار                اذ ماؤها يثقله القرار

فهو ارضى قوام كل                 ما اصله يؤكل مثل الفجل

وما ذين نافع في البرد              والحر اذ تجده بالضد

وما شرقي العيون يفضل            ونبع قعر البئر نبع اكمل

قالوا واخبث المياه للنبات           ما الجليد والثلوج الدئمات

وكدر الماء المقاثى يفسد           والخضر الكل التى تعدد

واجعل سواقى هذه منخفضه        فالماء يكفى ضره من خفضه

والسيل مصلح الارض البذر         وهو للاشجار كثير الضر

Segundo elemento: el agua.

En primer lugar, su clasificación, según la teoría de Ibn Baṣṣāl, y propiedades de sus distintas clases.

En relación con la agricultura se cuentan cuatro clases de aguas: la mejor es el agua de lluvia, y después, la de los ríos, por ser agua corriente, la cual, cuando hace mucho frío, mata los gusanos de la tierra, y por eso es beneficiosa; luego la de las fuentes, y por último, el agua de los pozos, a la que el estancamiento le hace tomar densidad, y son las mejores para el mantenimiento de todas las plantas de raíz comestible, tales como el rábano.

Estas dos últimas clases de agua son beneficiosas con el frío y con el calor en invierno. El agua que corre hacia la parte oriental de las fuentes es buena, y la que mana del fondo de los pozos es aún mejor. Dicen que la peor para las plantas es la de los hielos y de las nieves perpetuas. El agua cenagosa echa a perder los melonares o cohombrales y toda clase de verduras.

Háganse las acequias de manera que tengan pendiente moderada, pues así se evitará que el agua haga daño.

El agua de corriente impetuosa, o el agua de las avenidas, es buena para la tierra de siembra, pero es muy perjudicial para los frutales.

ابن ليون: كتاب الفلاحة

Ibn Luyūn: Kitāb al-Filāḥa (Almería, 681/1282-750/1349)

Traducción Joaquina Eguaras Ibáñez, Granada: Patronato de la Alhambra, 1988.

Aljibe الجُبّ

Aljibe es una palabra de origen árabe الجُبّ (al-chubb) y significa cisterna, es decir, depósito de agua. En Granada hay 28 aljibes repartidos entre la Alcazaba Alcadima (11), el Arrabal del Albaicín (14) y la Medina (3). Existen tres con una capacidad de almacenar más de 150m3, cinco entre 50 y 150m3 y veinte con capacidad menor de 50m3.

Agua Plano Instituto Geográfico y Estadístico, 1909

ٍ(Suministro del agua en la Granada andalusí, plano procedente del Instituto Geográfico y Estadístico, 1909)

El agua nace en la Fuente Grande en Alfacar y llega al Albaicín a través de la acequia Ainadamar. El agua se distribuye por medio de aljibes, canales y tubería de cerámica. Construido por la dinastía zirí en el siglo XI, este sofisticado sistema de canalización y distribución del agua fue ampliado durante el siglo XII por almorávides y almohades. Los aljibes proveían a los habitantes de Granada con agua potable a una distancia de no más de 100 metros de sus hogares. El depósito quizás más significativo es el Aljibe del Rey que consta de cuatro naves y tiene una capacidad para almacenar 300m3 de agua. (Antonio Orihuela Uzal)

Aljibe de las Tomasas

El aljibe que hoy día se encuentra junto al convento de Santo Tomás de Villanueva (1635), fue construido entre los siglos XI y XII dentro del recinto de la Alcazaba Alcadima القصبة القديمة. La planta casi cuadrada es de 6,6 m x 6,5 m, el aljibe tiene una altura de 4,5 metros. Es uno de los cinco aljibes que cuentan con varias naves, separadas por gruesos pilares de ladrillos. Los cuatro pilares sustentan bóvedas de aristas. Con una capacidad de albergar 154 m3 de agua, el Aljibe de las Tomasas ocupa el tercer lugar entre los aljibes andalusíes de Granada.

20140725_152016

Captura de pantalla 2014-08-01 a la(s) 12.15.11

Captura de pantalla 2014-08-01 a la(s) 12.15.31

(Planos de Antonio Orihuela Uzal)

El Aljibe del Trillo

Situado en el recinto de la Alcazaba Alcadima القصبة القديمة pertenece a aquellos aljibes que constan de sólo una nave. Su planta rectangular es de 5 m x 3,5 m y su altura es de 5,25 m. Es de tamaño medio en cuanto a su capacidad de almacenar agua se refiere (50 m3) y destaca por su portada de arco de herradura ligeramente apuntado. El Aljibe del Trillo fue construido durante el siglo XIV, la época dorada del Reino Nazarí de Granada.

wpid-img_20140725_193647.jpg

Captura de pantalla 2014-08-01 a la(s) 12.14.44

(Planos de Antonio Orihuela Uzal)

El Aljibe del Rey

Es el mayor aljibe de la ciudad de Granada, tiene una capacidad de almacenar 300 m3 de agua. El Aljibe Viejo (al-Qadim القديم), como también suele llamarse, se alimenta por la Acequía Aynadamar que traía el agua de la Fuente Grande de Alfacar. Fue construido por el rey zirí  Bādis b. Ḥabūs (1038-1073) para abastecer las huertas del recinto real dentro de la Alcazaba Alcadima. Consta de cuatro naves que hoy día quedan dentro del Carmen del Aljibe del Rey.

wpid-2014-08-01-21.46.00.jpg.jpeg

wpid-2014-08-01-21.25.09.jpg.jpeg

wpid-2014-08-01-21.29.06.jpg.jpeg

Las siguientes fotos del Aljibe del Rey son de Maite @morerapersa

Aljibe del Rey

Aljibe del Rey 2

 «El buen diseño de esta red de almacenamiento y distribución de agua para consumo humano, ha permitido su funcionamiento ininterrumpido desde el siglo XI hasta el año 1950.»

Antonio Orihuela Uzal

El cultivo de la tierra en el Islam

Por Cherif Abderrahman Jah, Presidente de la Fundación de Cultura Islámica.

«La cultura rural de los países islámicos del Mediterráneo se desarrolló de forma espléndida en la época Medieval. Así es que aún podemos apreciar su impronta en no pocos aspectos de la vida cotidiana del campo, desde Sicilia o el Levante español, hasta el Magreb o las regiones orientales. Al-Andalus fue un perfecto ejemplo en este sentido. No solamente los vocablos de origen árabe están presentes en cada movimiento, cada gesto y cada tradición de una gran parte del territorio español, sino que el propio paisaje agrícola forma parte de esta herencia. Y ello, por no hablar de los usos seculares en relación al reparto y manejo del agua, la siembra, la ciencia de los injertos, la recolección y almacenaje, y muchas de las costumbres agrarias extensivas y ecológicas de la actualidad.

Alcorque, aceña, acequia, alberca, almatriche, almazara o aljofaina son tan solo algunas de las palabras españolas de origen árabe que aluden a la cultura rural, mientras que sistemas agrarios como las albuferas, los olivares o los bancales escalonados, le prestan a nuestro paisaje un aspecto peculiar.

Pero lo más llamativo es la forma equitativa y sostenible -por emplear un término a la usanza contemporánea-, en que los musulmanes medievales gestionaban los recursos naturales comunes. Para ello se basaban en la tradición islámica en materia de justicia y reparto de los bienes. Ya el propio Libro Sagrado y la Sunna, o tradiciones atribuidas al Profeta Muhammad, hacen mención frecuente a la importancia de la equidad y la transparencia en el reparto y el comercio.

Esta conocida aleya, inscrita en la portada de la Universidad de Harvard, sienta las bases para un concepto inequívoco de justicia social en todos sus aspectos:

“¡Vosotros que creéis! Sed firmes en establecer la justicia dando testimonio por Allah, aunque vaya en contra de vosotros mismos o de vuestros padres o parientes más próximos, tanto si son ricos como si son pobres; Allah es antes que ellos. No sigáis los deseos para que así podáis ser justos. Y si dais falso testimonio u os apartáis… Es cierto que Allah conoce hasta lo más recóndito de lo que hacéis”. (Corán, 4-134 o 135).

La solidaridad, de cuya falta por desgracia adolecemos en la actualidad, era una cualidad altamente apreciada en el mundo musulmán de los primeros siglos. Así, el segundo califa del Islam, Omar Ibn el-Jatab, afirmaba que si una persona moría en una ciudad por indigencia, sus habitantes estaban obligados a compensar por su muerte como si la hubieran asesinado entre todos.

Los recursos naturales debían de ser compartidos en la comunidad de forma ecuánime pues, como dice el hadiz: “Los musulmanes se reparten tres cosas: el agua, los pastos y el fuego”. Por su parte los jornaleros contratados para las tareas puntuales tenían que ser retribuidos de manera inmediata, como así lo estipuló el Profeta del Islam, quien ordenaba que se pagara al trabajador su sueldo “antes de que su sudor de seque”. En relación a la comida, es curioso comprobar que el famoso dicho español – que por fortuna aún se emplea- “donde comen tres, comen cuatro”, proviene en su forma literal de un conocido hadiz.

También llama la atención la relación de cercanía e intimidad que nuestros antepasados mantenían con la naturaleza. El cuidado de la tierra es para el musulmán una amana, una responsabilidad, ya que a su paso por esta vida es solamente su usufructuario, y tiene la obligación de explotarla con medida y equilibrio. En el Islam, el trabajo es en sí un acto de adoración, y si este trabajo consiste en cultivar la tierra, su beneficio se multiplica. Así, dice un hadiz: “No hay ningún musulmán que plante o siembre algo y coma de ello un pájaro, un hombre o un animal, sin que haya en ello una sadaqa (un bien) a su favor”.

Quien cultivaba una tierra de dominio público o que no pertenecía a nadie, tenía un derecho especial sobre ella, tal y como también lo estipuló el Profeta en el siglo VII, adelantándose de muchos siglos a la célebre frase de Emiliano Zapata “La tierra es de quien la trabaja”.

Pero, tal vez, donde más necesario se hacía legislar y compartir era en el uso del agua. Al-Andalus fue nuevamente un ejemplo, aunque no el único, en este sentido. De hecho, proliferaron personajes públicos como el sahib al-saqiya, el zabacequia, o repartidor del agua, el qada al-miyah (alcalde del agua), y el funcionario llamado al-amin al-maa. La figura del amin, en árabe, «el digno de confianza», pasó a los regadíos de la zona cristiana con el arabismo alamín en Castilla, y alamí en Valencia.

Esto no es más que una pincelada, pero nos da una idea del alto concepto moral y ético que regía, en general, la vida rural de los musulmanes medievales.»

Med-O-Med

Artículo de la página web Med-O-Med. «El Programa Med-O-Med, paisajes culturales del Mediterráneo y Oriente Medio, creado por la Fundación de Cultura Islámica (FUNCI), de Madrid, es un Programa de Cooperación Internacional al Desarrollo bajo los auspicios del Plan Nacional para la Alianza de Civilizaciones. Med-O-Med surge con el objetivo de paliar la escasez de recursos en materia de conservación de la biodiversidad y del patrimonio natural y cultural en el área Sur y Este de la cuenca Mediterránea y en Oriente Medio.»

La seda الحَرير

Con motivo de la presentación del libro «El país perdido. La Alpujarra en la guerra morisca» de Justo Navarro, que aparece reseñado en el diario El País, resulta de interés enlazar con dos breves artículos que reflexionan sobre las Capitulaciones de Granada (1491) de Isabelle Poutrin, el primero, y, el segundo, en torno al comercio de la seda en las Alpujarras, en Granada y en Almería, de Francisoc Pablo Martín Rodríguez. Pero antes, por si interesa, el artículo aparecido el 1 de mayo en El País online:

La Alpujarra poseía 4.000 telares de seda antes de la expulsión de los moriscos

Justo Navarro presenta un libro en el que cuenta el engaño de los Reyes Católicos a Boabdil

No hay más que empezar a leer su último libro para darse cuenta de que el escritor Justo Navarro (Granada,1953) es un enamorado de la Historia y mucho más de la historia de su tierra. Con sencillez y cierta timidez es capaz de hablar de El país perdido. La Alpujarra en la guerra morisca, un nuevo título de la colección Ciudades andaluzas en la Historia, editada por la Fundación José Manuel Lara, con un entusiasmo que contagia a quien se sienta frente a él. En esta obra se descubre, entre otras muchas cosas, que hace 400 años, el tiempo al que se ha trasladado el autor para relatar a través de un recorrido histórico y geográfico, que «el rey Boabdil fue engañado por los Reyes Católicos de forma miserable y que mediante intrigas el objetivo final era expulsar a los moriscos de la Alpujarra».

El libro va acompañado de un cuaderno de imágenes, de Ricardo Martín, que muestra «un país rico y abierto al mundo a través de sus huertos y de los mercados de la seda, pero que acabó convertido en un campo de batalla por culpa de la guerra de la Alpujarra (1568-1571), que conllevó, tras tres años de asedio, la definitiva expulsión de los moriscos». Si al lector le interesa este periodo histórico de España puede seguir el curso de la guerra, desde el levantamiento en la Nochebuena de 1568 cuando un grupo de moriscos entra en el Albaicín, llamando a la rebelión, hasta el final. «Si la guerra duró tanto tiempo fue porque siempre quedaba algún lugar en el que los moriscos se podían esconder y atacar a las tropas cristianas», puntualiza el escritor.

En los años anteriores a la guerra, la Alpujarra poseía uno de los más importantes mercados de seda de España, hasta tal punto que cuando los moriscos habitaban esas tierras estaban registrados 4.000 telares y cuando son expulsados no quedan más de 25. Justo Navarro explica que «la sublevación morisca fue una guerra determinada por las características del territorio, que se extiende por la vertiente sur de Sierra Nevada y las faldas de las sierras costeras hasta el Mediterráneo, entre los ríos Guadalfeo y Andarax. Vergel y tierra escarpada, la Alpujarra es un país incitante y a la vez hermético, encastillado en la naturaleza y con prestigio de irreductible frente a los invasores prerromanos, romanos, godos o árabes, Una zona que se extiende a lo largo de 90 kilómetros, de este a oeste”. Un recorrido por esas zonas te descubre la riqueza de una tierra que durante años fue abandonada y que derivó en grandes épocas de emigración a lo largo de los siglos.

«Los moriscos pagaban por mantener su manera de vestir,  comer y de disfrutar de sus fiestas. Era como pagar por un rescate permanentemente»

Para poder instaurar una verdadera monarquía en España, explica el escritor Justo Navarro,»la Corona debía tener presencia social, económica y cultural en el reino de Granada y para ello necesitaban que los moriscos desapareciesen de España. La monarquía que instauraron los Reyes Católicos para la creación de un Estado moderno implicaba la existencia de una única ley, de una única religión muy ligada al sistema legal y de una sola cultura». La conclusión a la que llega Justo Navarro en su estudio es que «la rebelión de la Alpujarra pudo ser un hecho provocado porque la zona en la que estaban ubicados los moriscos era un vergel y una fortaleza natural con fama de irreductible».

Además, no se puede obviar que esa zona de España era una fuente de riqueza importante por la seda «los ovillos que hilaban los moriscos era una fuente de ingresos muy importante que aportaba el reino de Granada a la Corona. Cada familia podía recoger entre 40.000 y 50.000 capullos de seda». ¿Qué provocaba todo ello? «Que esta actividad era motivo de rivalidad económica entre los cristianos nuevos del reino de Granada y las ciudades que se dedicaban a esa misma tarea en otras zonas de Castilla». Navarro explica «que los principales cabecillas del alzamiento pertenecían a familias dedicadas a la seda, un mundo netamente morisco, y una población muy rentable, que sostenía prácticamente el aparato, ya que se les hacía pagar los efectos derivados del especial cuidado que había que tener con ellos, por sus relaciones con el norte de África».

La Corona tenía a los moriscos de la Alpujarra como rehenes que «pagaban por mantener su manera de vestir, de comer, de disfrutar de sus fiestas y de sus ritos, aunque solo fuese en el espacio de su familia. Era como si permanentemente pagasen un rescate, un precio por que se les dejase vivir según sus costumbres y hablar como sabían hablar. Con dinero habían conseguido ir aplazando el cumplimiento de las leyes». Hasta que en 1568 se les prohibió todo.

«La intención de la nueva monarquía era extirpar a unos individuos que no se ceñían al modelo de súbdito que deseaban. Pero la eliminación definitiva de los moriscos estuvo precedida por un proceso de expolio continuado, ejecutado por los funcionarios judiciales y eclesiásticos. Las viejas relaciones de vasallaje habían pasado a la historia», continúa Navarro, quien no olvida que los tres cronistas de la rebelión –Mármol Carvajal, Pérez de Hita y Diego Hurtado de Mendoza– «pertenecían al bando vencedor. Creo que es algo que hay que tener en cuenta».

 

Isabelle Poutrin, Los derechos de los vencidos: las Capitulaciones de Granada, 1491:

 

Francisco Pablo Martín Rodríguez, La industria de la seda en Almería, siglos XV y XVI: