La Casa de Zafra en el barrio de San Pedro, antiguo Alixares, abrió sus puertas al público este verano 2014. La casa es un buen ejemplo de residencia nazarí (siglos XIV-XV) con patio, alberca y doble pórtico. Restaurada en los años ochenta del siglo pasado, la casa nazarí de Zafra acoge hoy día la sede Agencia Albaicín Granada, cuya labor es salvaguardar los valores por los cuales fue declarado el barrio Patrimonio Mundial por la UNESCO. Además se gestiona desde allí el Plan de Turismo de la Ciudad de Granada.
En tanto que es Agencia Albaicín-Granada, la casa cuenta con una serie de paneles descriptivos que ilustran los mayores acontecimientos históricos del Albaicín y de la ciudad de Granada. La presente entrada es continuación de La Casa de Zafra (I). Visita y examina la página web y los paneles mencionados de manera resumida. ¿Qué es lo que trasciende de la historia de al-Andalus que relatan paneles y página web de la Agencia Albaicín, es decir, de la Casa de Zafra?
La página web
Antes de visitar la Casa de Zafra descubrí su perfil en twitter. Hoy en día las redes sociales y las páginas web se han convertido en tarjeta de presentación de muchos particulares y, sobre todo, de profesionales, empresas y también de entidades públicas y culturales. El interés por al-Andalus y por la Granada andalusí me empujó a seguir el enlace a la página web de la Casa de Zafra. Busqué el apartado que habla de la época andalusí y que abarca para Granada más de cinco siglos. Detecté varios errores importantes, tanto de forma como de fondo. Y así decidí contactarlos por twitter. La red social twitter es hoy en día quizás la manera más inmediata de entrar en conversación con alguien independientemente de su lugar de residencia y posición social. No obtuve respuesta y no se corrigieron los errores en la página de internet. Así que les expuse mis observaciones por medio del formulario de contacto en la misma páginas web. A continuación reproduzco íntegramente el escrito:
Poco después cambiaron partes del texto y eliminaron por completo algunos fragmentos. A día de hoy (verano-otoño 2014) el texto íntegro sobre la Granada andalusí, apartado que llaman «El Albaicín islámico«, es el siguiente:
Ante todo llama la atención la expresión «Albaicín islámico». Es de criticar que un proyecto nuevo, como la Casa de Zafra, utilice para explicar parte de la historia de al-Andalus terminología tan poco específica, incluso acientífica. Me pregunto, ¿por qué resumen cinco siglos, una época compleja y diversa, con diferentes manifestaciones políticas, sociales y culturales, con un adjetivo que hace referencia únicamente al fenómeno religioso? Un fenómeno que, dicho sea de paso, no es monolítico y nunca lo ha sido. Y no lo ha sido en los ocho siglos que abarca la historia de al-Andalus. Cierto es que el término en uso es «al-Andalus» y su genticilio «andalusí». Muchos investigadores, historiadores y arqueólogos lo utilizan para describir algún hallazgo o acontecimiento de esa época histórica. Es la denominación que se encuentra en las fuentes materiales y escritas; es el nombre que los propios moradores usaban. Ignoro si se documentaron, si existió un comité científico serio que les asesorará.
En este breve relato de la Granada andalusí persisten los siguientes errores: *Muhamad en vez de Muhammad, Alcazaba *Qadima en vez de Alcazaba Alcadima (o Alqadima) y *Al-Bayyatín en vez de Al-Bayyazin. Quizás, estos errores no sorprenden visto algunos paneles turísticos en Granada. Me refiero, por ejemplo, al que me encontré recientemente en la Carrera del Darro:
En este curioso panel se lee Alcazaba *Qadima, cuando debería poner Alcazaba Alcadima (o Alqadima) y dice Alcazaba Yidida para referirse a la fortificación de la ciudad palatina de la Alhambra. Se entiende que «Yidida» hace referencia al adjetivo árabe que significa «nueva» جديدة. Según las reglas de la Sociedad Española de Estudios Árabes el término se transcribe «Ŷadīda» (su expresión fonética se acerca a «chadída»). El primero es un error por desconocimiento de la lengua árabe y de la historia, el segundo sorprende porque no es transcripción, ni traslación de sonidos, ni tampoco traducción. No es ni siquiera palabra.
Todo lo que digo puede parecer insignificante, igual resulta exagerado o pretencioso. Sin embargo, creo que refleja muy bien el valor que se ha dado o que se ha negado a la historia de al-Andalus en el marco de la historia de la Península Ibérica y de España. No se puede obviar que la Casa Zafra pertenece al Ayuntamiento de Granada y que es sede de la agencia que vela por el Albaicín como Patrimonio Mundial declarado por la UNESCO, además de gestionar nada más y nada menos que el Plan de Turismo de Granada.
Creo que estos errores revelan cierto descuido, poco interés y falta de un acercamiento científico. Al-Andalus todavía se percibe en amplios sectores de la sociedad española como la historia de un pueblo ajeno que nada tiene que ver con nuestra propia historia. Como si se tratara de un episodio pasajero de ocupación, asociado a un dominio violento e intransigente. O bien se vive como si de ensoñaciones orientalizantes propias de las mil y una noches se tratara.
Los paneles
Sin detenerme mucho en los paneles, creo que hay algunos detalles que merecen ser reseñados.
a) Periodización errónea
Con ʽAbd al-Raḥmān I (al-Dājil الداخل), que llega a la Península Ibérica en el año 756 tras la fase de conquista y ocupación (711-756), se inicia el Emirato Independiente de al-Andalus. Este periodo histórico conoce ocho emires y abarca 173 años hasta la proclamación del Califato de Córdoba en 929 porʽAbd al-Raḥmān III (al-Nāṣir الناصر). El emir omeya Muḥammad I, mencionado en el panel aquí en cuestión, rige al-Andalus entre los años 852 y 886, no de 852 a 866 como se indica erróneamente en el panel expuesto en la Casa de Zafra.
b) Frase equívoca
En este primer panel puede leerse que el emir omeya Muhammad I obligó a los cristianos a convertirse al Islam para poder ocupar un puesto en la administración.
La frase es equívoca y engañosa, tergiversa la realidad. En toda civilización para formar parte de la administración y ocupar un puesto en la administración del Estado («un cargo público») había que pertenecer a la clase dominante, por etnia y por adscripción religiosa. En al-Andalus no era diferente, con contadas excepciones. Este es el caso del célebre poeta judío Samuel Ibn Nagrela. Ibn Nagrela fue representante de la comunidad judía y visir en el gobierno de Badis b. Habus, emir de la Granada zirí del siglo XI. Pero el enunciado en el panel impacta y confirma lo que las verdades a medias de muchos medios de comunicación repiten como un mantra: «Muhammad I obliga a los cristianos a convertirse al islam (…)». Lo que sigue a esta afirmación apenas tiene efecto en el lector medio: «(…) para poder ocupar cargos públicos». Repito, Muhammad I no fomentó, que se sepa, conversiones de cristianos al islam, ni voluntarias ni forzadas. Ni tampoco existió en aquella época algo que pueda llamarse «cargo público».
No cabe duda que Muḥammad I tuvo que hacer frente a desafíos varios que incluso amenazaban la integridad del Estado. Juan A. Souto Lasala en al-Andalus (2009) resume así la crisis del Estado omeya que se inicio probablemente con este emir:
«El origen de esa crisis estaría en el aumento de las conversiones al islam por parte de la población andalusí, es decir, en el aumento de la población musulmana nativa del país, los muladíes: se calcula que para finales del siglo IX era musulmana casi la mitad de la población de al-Andalus, aproximadamente. Esto tuvo un consecuencia fundamental, el deseo de este grupo de intervenir de forma plena en la política, con lo que hubieron de oponerse a los cuadros de personajes de abolengo árabe y de las familias de clientes de los Omeyas.»
Con este breve párrafo queda al descubierto el sesgo que padece la historia de al-Andalus tal como se relata en la Casa de Zafra. El cotejo de libros de historia, y de lo que historiadores rigurosos relatan del periodo del emir Muḥammad I, revela cuan osado es afirmar, sin más, que hubo conversiones forzadas.
c) Terminología inapropiada
El siguiente panel peca de usar una terminología poco específica. Una institución, que cumple con el noble propósito de poner en valor el patrimonio histórico y hacer asequible el conocimiento de la historia a un público amplio, ha de cuidar el lenguaje, usar la terminología científica pertinente y emplear un castellano claro y conciso a la vez que adecuado. Repito, igual soy algo quisquilloso en este punto, pero se utilizan con demasiada frecuencia términos que hacen referencia al fenómeno religioso sin que haya un vínculo directo entre la religión y el objeto o el concepto denotado. Esta relación poco pertinente entre cualquier fenómeno cultural o histórico y la religión suele establecerse con frecuencia cuando algo huele a islam, por muy remoto que sea dicho vínculo: arte islámico, arte hispano-musulmán, civilización islámica etc. Se trata de una categoría tan amplia que no aporta ningún valor significativo. En este caso me refiero al panel que habla del auge político, social y cultural durante los reinos de Yusuf I y Muhammad V y que dice que es época de «las mayores cotas artísticas del periodo musulmán».
Es cierto que el espacio disponible en los paneles es muy reducido. En consecuencia existe un elevado riesgo de usar categorías que condensan mucha información en pocas palabras. En contrapartida, las categorías reducen la complejidad de un objeto a un mínimo de rasgos pertinentes y fosilizan así los tópicos y los prejuicios existentes.
La ciencia y las instituciones que sirven para difundir conocimientos tienen la función de rebasar esos tópicos y romper con los mecanismos que impiden un acercamiento razonado al objeto de estudio.
Es necesario analizar qué nos cuentan y cómo lo cuentan pues la cantidad de información que el ser humano ha de procesar hoy en día es inmensa y es particularmente importante fomentar un acercamiento crítico y consciente en el ámbito de la enseñanza. Es esencial aprender a detectar estos mecanismos que operan en nuestro subconsciente para lograr como ciudadano mayores cuotas de libertad personal.
d) Omisión de datos relevantes
En la cronología de los últimos años de la Granada andalusí no se menciona el tratado suscrito por el último emir nazarí Abu Abd Allah Muhammad XII (Boabdil) y los Reyes Católicos con motivo de la entrega de Granada. En realidad sí se menciona, se hace referencia al tratado en relación con las ordenanzas del agua.
El panel pasa de la toma de Granada a la conversión de mezquitas a iglesias y salta a la Guerra de la Alpujarra y a la expulsión de «los moriscos españoles» en el año 1609. Pero las rebeliones, la guerra y la expulsión de los moriscos no se pueden entender si no se hace mención de los acuerdos firmados en las Capitulaciones de la Guerra de Granada. En dicho pacto se garantizaba a los vencidos el libre ejercicio de su fe islámica, de su ley, de la lengua árabe y el respeto de sus costumbres. El arzobispo Hernando de Talavera consiguió algunas conversiones con su lenta tarea de adoctrinamiento. El Cardenal Cisneros, insatisfecho con el resultado, forzó conversiones y quemó libros árabes. Famosa es la quema de Alcoranes en la Plaza Bib Rambla de Granada. El tratado firmado por ambas partes no fue respetado. Los vencedores no cumplieron con su palabra. Este incumplimiento de las Capitulaciones motivó la rebelión del Albaicín en 1499. La política represiva de la Corona y de la Iglesia desencadenó la Guerra de las Alpujarras y la expulsión posterior de los moriscos de todo territorio peninsular. Decreto que firmó Felipe III en 1609 y cuya puesta en práctica duraría hasta el año 1614.
Es un dato fundamental que se omite en los paneles de la Casa de Zafra y no puede faltar en una cronología seria sobre la historia de Granada. Sin el incumplimiento de los pactado en las Capitulaciones no se puede entender la cuestión morisca, la rebelión, la guerra y su posterior expulsión.
Reflexión final
En cuanto a la intervención y restauración del edificio poco puede decirse tras los estudios realizados por Antonio Almagro y Antonio Orihuela. Mi interés reside más bien en lo que la página web y los paneles de la Casa de Zafra dicen de los habitantes y de la historia de la Granada andalusí.
No ignoro la destacada aportación de la comunidad judía sefardí a la ciudad de Granada, pero no he detectado mención alguna en la exposición. Supongo que se debe a la escasez de vestigios arqueológicos en Granada, en general, y en el Albaicín, en particular. Solo decir que la comunidad judía disfrutó de un destacado florecimiento cultural durante el reino zirí en el siglo XI. Aunque también sufrió persecución y asesinatos. Bien conocido es el linchamiento multitudinario que sufrieron en el año 1066.
Desconozco si el Ayuntamiento de Granada y la Agencia Albaicín Granada contaron con el asesoramiento de un comité científico. Desde luego, la Casa de Zafra es un buen ejemplo de como operan los mecanismos que colonizan nuestro pensamiento. Un mal ejemplo de historiografía a pesar de la existencia de una notable producción científica sobre al-Andalus y sobre la Granada andalusí, tanto en cantidad como en calidad, al alcance de cualquier interesado. En palabras de Ramón Grosfoguel y Santiago Castro-Gómez, aunque ha terminado el proceso de descolonización jurídico-política de los pueblos periféricos, la decolionalidad, el proceso de resignificación a largo plazo, apenas ha empezado. El concepto de decolionalidad trasciende los discursos académicos y políticos que hablan de la época poscolonial y parte de la división internacional del trabajo entre centros y periferias, así como la jerarquización étnico-racial de las poblaciones. Una división y jerarquización que necesariamente ha de partir y sustentarse en un conjunto de conocimientos que condicionan y configuran dicha forma de entender y de interpretar el mundo.
Las instalaciones museísticas, igual que las instituciones de enseñanza, no son inocentes. La Casa de Zafra es buena muestra de un pensamiento que urge decolonizar. Es menester liberar la mirada de la propaganda sutil e interesada que de manera premeditada, o inconsciente, intenta re-crear un determinado relato del pasado e imponer una particular lectura del presente para condicionar nuestro futuro.
Post Data
En mi visita me atendió un amable joven, estudiante de historia de la Universidad Carlos III de Madrid, que realizaba en la Casa de Zafra sus prácticas. Me pregunto si no existen convenios entre el Ayuntamiento de Granada, las agencias que gestionan el patrimonio de la ciudad y la Universidad de Granada.
Bibliografía
Antonio Almagro Gorbea y Antonio Orihuela Uzal (eds.), La casa nazarí de Zafra, Granada: Universidad de Granada, 1997.
Ana I. Carrasco Manchado, J. M. Quesada y J. A. Souto Lasala, al-Andalus, Madrid: Ediciones Istmo, 2009.
Míkel de Epalza, Los moriscos antes y después de la expulsión, Madrid: Editorial Mapfre, 1992.
Ramon Grosfoguel y Santiago Castro-Gómez (eds), El giro decolonial: reflexiones para una diversidad espistémica más allá del capitalismo global, Siglo del Hombre Editores, 2011.
Materia afín
Para conocer mejor el propio edificio consulta la entrada La Casa de Zafra (I). Visita.